Hace cosa de un mes, mis amigos y yo decidimos juntarnos para cenar y contarnos cómo nos iba la vida. Después de la cena, nos sentamos todos junto a la chimenea y Rodrigo quiso contarnos - no sabe si un sueño o una pesadilla - lo que le ocurrió en las vacaciones de Navidad.
Rodrigo llevaba dos días con mucha fiebre a consecuencia de una infección de garganta. Aburrido de estar en cama por prescripción médica, decidió levantarse para conectarse a Internet con su ordenador y así hacer su convalecencia más llevadera.
Cuenta que cuando fue a enchufar el ordenador sufrió una gran descarga eléctrica, y que perdió el conocimiento. Rodrigo despertó en un suelo de piedra, frío y sucio. Desde una ventana, una vieja falta de higiene y con ropa extraña le arrojaba una bacinilla llena de orina.
Se levantó empapado y alucinado. No sabía dónde estaba. Las calles estaban llenas de gente y las ratas corrían por todos lados. No había coches y las calles se alumbraban con antorchas. Vio un grupo de gente y se acercó a ver qué pasaba. Allí estaba un joven recitando en verso hazañas sobre un valeroso guerrero.
Rodrigo no daba crédito. Era un juglar y éstos se dedicaban a ir de pueblo en pueblo recitando y narrando grandes historias. Entonces recordó la clase de su profesora de literatura. ¡Aquello era la Edad Media!
Decidió buscar comida y encontró un mesón de adobe y paja abarrotado de hombres borrachos y mujeres de la calle. Bebían vino servido en jarras de barro y se alumbraban con velas y candiles. No tenían agua corriente ni cuartos de baño.
De pronto entró alguien y todo el mundo salió corriendo. Era una mujer vestida con ropas viejas y detrás de ella voceaban que tenía la peste negra.
Él también corrió y, a lo lejos, vio una iglesia con unos frailes en la puerta y decidió ir a ver si encontraba alguna respuesta.
Uno de ellos se dirigió a Rodrigo interesándose por su situación. El fraile le contó que estaba en la ciudad de Plasencia y que estaban en el siglo XIII y la construcción que se veía al fondo era la primera catedral. Mientras le explicaba esto, mi amigo pensó en preguntarle por un teléfono, un ordenador, Internet y de nuevo se acordó de su profesora cuando le explicaba lo que hacía la Santa Inquisición a los que tomaban por locos, herejes,… ¡Los quemaban en la hoguera!
Se despidió del fraile y decidió ir a la orilla del río Jerte para asearse un poco. De camino hacia allí, corrió por las calles adoquinadas, empinadas. Vio artesanos, mercaderes y un gran número de campesinos trabajando las tierras que pertenecían a los señores feudales.
Rendido a la orilla del río, se quedó dormido. No sabe cuánto durmió, pero cuando abrió los ojos su madre le estaba llamando para que se levantara a cenar. La fiebre le había bajado; él estaba desorientado.
Hoy, contándonos la historia, afirmaba que no imaginaba cuando estudió la Edad Media que él la iba a conocer de aquella forma. Todos pensamos que fue culpa de la fiebre. En nuestra próxima excursión visitaremos Plasencia y Rodrigo será nuestro guía.
¡Ah! Mi amigo Rodrigo prefiere el siglo XXI.
Por cortesía de Mariví Felipe Bajo 3º ESO A (CABEZUELA DEL VALLE)